DÓRICO, JÓNICO, CORINTIO
Artistas:
Laura Códega, Mauro Guzmans, Federico Klemm, Ad Monoliti, Malena Pizani, Nancy Rojas
La historia del arte después del derrumbe de la norma. Federico Klemm y su Banquete telemático aun viven en YouTube como si el tiempo no hubiese pasado. La mitología grecoromana, Sansón y Dalila, Miguel Ángel, Andy Warhol, La Transsvanguardia italiana, Joseph Beuys, Alberto Greco y muchos más convivían en la TV y al mismo tiempo en la Colección de arte que supo organizar combinando intuición, capricho, derroche, aciertos, omisiones y algunos cuantos riesgos y desvíos. Artista, animador cultural, coleccionista, mecenas y galerista, personaje cultor de un perfil excéntrico permanentemente asediado por la crítica a la cultura del menemismo, Federico Klemm se había transformado a comienzos de los años 90 en un personaje famoso merced a sus apariciones televisivas orquestadas por Carlos Espartaco, su guionista y escriba cómplice (2) , y sus amistades vernáculas. Un crítico cínico y mordaz que firmaba con el seudónimo de Sebastián Nardi –una firma apócrifa que tiempo después supimos que intentaba disimular la sofisticada escritura de Ernesto Montequin—, buscaba derribar la alicaída figura de Klemm. En su artículo publicado en 1998 argumentando que Klemm tenía un “conocimiento del arte obtenido por medio de fascículos coleccionables que nunca llegan a formar una colección completa”, y que con “sus balbuceos y sus exabruptos, y con sus inmensos pastiches bíblicomitológicos protagonizados por strippers y taxi-boys, Klemm no podía ser otra cosa que la encarnación del Zeitgeist menemista en su punto de mayor esplendor”(3) . La saña del escritor disfrazado en ignoto crítico le impedía advertir el rasgo más radical que ese conjunto de chongos musculosos ponían en escena. Las columnas que Sansón derriba en la serie Sansón y Dalila. Metáfora contemporánea, la última producción que Federico presentó en público en 2002 a pocos meses de su prematura muerte (4), quizás puedan pensarse como metáfora de una vocación por desnaturalizar los dispositivos discursivos formateados por la historia del arte cuyos principios estuvieron fundados en valores masculinos, estables y progresivos. El rigor, la severidad, la dureza, la sistematicidad y el modelo científico impregnaron buena parte del arte moderno como valores hetero-normativos que fueron puestos en crisis para dar lugar a una expresión más compleja de la práctica artística. En este sentido, nada mejor que la columna –ese elemento constructivo que permitió edificar la tradición de occidente— para dar cuenta de aquel sistema axiológico que era imperioso cuestionar con vehemencia, interpelando también la institución heterosexual y sus normas. La serie en cuestión representaba el preciso momento en que Sansón derrumba las columnas, una y otra vez, como una escena en loop de un film. Y aun aceptando ciertas críticas a la figura de Klemm como artista –las cuales lo menos que le decían era “frívolo”(5) —, deberíamos reconocer que el muestrario de chongos, taxi-boys y personajes andróginos que desfilaban en sus dispares pinturas digitales intentaban, en parte, escapar al proceso de normalización y puesta en regla de la cultura gay que avanzaba aceleradamente en la década que lo proyectó a la fama. El desborde dionisíaco que sus imágenes dejaban entrever daba cuenta de un régimen de los cuerpos entre el éxtasis clásico, los encuentros nocturnos en las boites porteñas y las fiestas privadas que lo tenían como anfitrión. La desnudez hiperbólica de esos cuerpos y la monumentalización de sus medidas perfectas (el canon greco-latino llevada al extremo) acentuaban la teatralización de cierto homo-erotismo fetichizado y photoshopeado. El pastiche, la deriva estilística y los procedimientos de la post-producción signaron su obra como marca de época, a la vez que permitieron la fuga de ciertas imágenes que ofendían el gusto de la cultura mainstream. La desmesura, el exceso y la artificiosidad de sus escenas (los paisajes rocosos de apariencia de cartón, las columnas de telgopor cuya liviandad era imposible de disimular, al igual que otros recursos escénicos del mismo modo precarios), se conjugaban de maravillas con la pretendida sofisticación kitsch que sus composiciones buscan proyectar. La ansiada fusión entre cultura alta y baja se amalgamaba en su obra integrando su producción visual a la televisiva. Pastiche de imágenes, relatos, medios y temporalidades: así era Klemm, así era su obra. *** En un banquete telemático todo junto: del neogrecoromano (6) Barroco al Trash-Trans Dos pulsiones recorren su obra y la convierten en vectores de este proyecto: la suntuosidad barroca, sensual y artificiosa, y el exceso que toma la forma de visualidad trash, a través del cual jalona temporalidades, usos y apropiaciones de la imagen. De esta manera, esta exposición presenta una colección temporal de obra que, como un teatro, escenifican el desplazamiento del arte de su centro autónomo hacia otras prácticas que performatean el género y lo proyectan hacia las formas de resistencia queer. Federico Klemm en compañía de un coro contemporáneo integrado por Laura Códega, Mauro Guzmán, Ad Minoliti & Gaby Cepeda, Malena Pizani y Nancy Rojas, hacen uso de las imágenes del pasado a través del tráfico libre por la web, se apropian de ellas, las confrontan y despliegan estrategias productivas que revisan los valores que instituyó la modernidad buscando ampliar sus efectos e intentando eludir los episodios canónicos del arte.
Cierto discurso crítico gastado por la mímesis con las tendencias artísticas imperantes en el mundo global que causó su ocaso hacia finales de los años 80 –del cual la escritura de Espartaco sea quizás su hipérbole en el punto previo al derrumbe estrepitoso—, es reemplazado por una performatividad curatorial que encarna Nancy Rojas poniendo el cuerpo en escena y transformando el ámbito de la producción en una zona de convergencia de plataformas experimentales. Cuerpos dolientes y en éxtasis, iconografía low-tec, estética queer, artificio, teatralidad y exuberancia sexy se combinan para escenificar las derivas que corporizan estos artistas en escena.
1-El dúo de artistas españolas Las Bistecs con residencia en Barcelona, que combina música electrónica, performance y artes visuales, interpretan la canción “HDA” en cuya introducción se mofan cantando “Historia del arte, penes con pincel”, para luego repetir a modo de estribillo “Dórica, dórica, jónica, jónica, corintia, corintia”. Se puede ver el video completo en: https://www.youtube.com/watch?v=rwMdR6scTeI 2-Junto con Espartaco, Federico Klemm realizó el ciclo televisivo El banquete telemático, que consistió en programas semanales de media hora donde se abordaban diferentes temas sobre historia del arte. Sólo entre 1994 y 1995 se emitieron 64 programas. 3-Sebastián Nardi, “El hombre de la burbuja de plástico”. En Página 12, suplemento Radar, Buenos Aires, 9 de agosto de 1998 4-En 2002 presentó su última exposición individual Sansón y Dalila: Metáfora Contemporánea en la sala J del Centro Cultural Recoleta en el mes de abril, que fue acompañada por su libro-catálogo, pocos meses después moría a los 60 años, dejando el legado de una extraordinaria colección de arte moderno y contemporáneo que actualmente custodia la Fundación que lleva su nombre. 5-Véase: Fabián Lebelnglik, “Klemm en la hoguera” y otros artículos publicados en la misma edición en respuesta a la nota apócrifa de Ernesto Montequin. En Página 12, suplemento Radar, Buenos Aires, 23 de agosto de 1998. Recientemente Claudio Iglesias publicó el libro de ensayos Rubias teñidas. Federico Klemm. Marisa Rubio. El arte entre la libertad y el subjetivismo profesional. Rosario, Baltasara Editora, 2015. 6-Término acuñado por el propio artista cuando comenzó a diseñar mobiliario a comienzos de la década del 80.