CONDICIÓN Y CABEZA

Max Gómez Canle
Noviembre 2016
Curaduría y Textos : Federico Baeza y Valeria Tentoni
CATÁLOGO

IR Y VOLVER
El conjunto de las bestias no es una serie, es el recorte sobre la irrupción de una figura reiterada, una imagen sintomática que emerge insistentemente hace casi quince años disgregada entre otros grupos de pinturas y dibujos. Condición y cabeza retoma esas apariciones y replantea un nuevo vínculo entre ellas. En realidad, la unidad de trabajo no son las pinturas mismas, es la exposición. Max Gómez Canle no sólo produce nueva obra, en realidad redispone el modo en que se ha organizado y leído su trabajo anteriormente. Porque para él pintar es un ejercicio de edición y autoedición permanente, un modo de reunir lo disperso, de ensamblar lo que parece distante. MGC procede como los escolásticos, teniendo dos principios precedentes contradictorios fuerza una respuesta consistente con ambos. Así va plegando, multiplicando, hasta producir una red de túneles zigzagueantes que enlaza figuras tan disímiles como Aizenberg, Pombo, Brueghel, Lozza o Gógol. Nunca resta, todo suma. Pero lo hace sin exhibir los perfiles recortados de los fragmentos. Los zurce, va limando los bordes accidentados de sus insumos hasta lograr suturarlos de manera casi imperceptible. Los une como quien retoca con el photoshop, seleccionando, difuminando los bordes, superponiendo layers. Pero con el pincel. Duchamp vandalizó un paradigmático icono de la pintura, la Mona Lisa, a partir de un simple gesto de desafío escolar: la barba y el bigote. MGC vuelve sobre el gesto, pero para detenerse en su factura, para desbordarlo, para insistir, para pintar detenidamente pelo por pelo hasta volver al mismo bigote una nueva obra y así trastocar el rechazo duchampiano al estatuto artístico.
Estos monstruos son gesto e imagen simultáneamente. Pintar pelo por pelo también es generar un lugar de reflexión sobre las imágenes, el ejercicio de cierto modo de entender que se da al repintar, al montar, al reorganizar. Un retrato, como todo género, es un sistema en equilibrio: fisonomía, atributos sociales, capacidad de interpelar al espectador, entorno de ese encuentro, la atmósfera implícita de un intercambio entre pintor y comitente. ¿Qué sucede cuando estos componentes se trastocan? Lo monstruoso siempre aparece como un desorden en las categorías. Uno de los primeros retratos peludos surgieron de una copia hace diez años. Se trata de un procedimiento habitual en MGC: vuelve a pintar aquellos cuadros emblemáticos de la tradición para colgarlos en su casa. También los continúa, los introduce en nuevas narrativas, ensaya otras posibles vías de desarrollo, vence sus equilibrios internos, desordena sus categorías constructivas. En este caso era el retrato de un niño Medici realizado por Bronzino. Cuando lo terminó encontró algo bestial en el rictus del chico y empezó a cubrir su rostro con una densa mata de pelo. En ese momento, se mantenía fresco en él el recuerdo de una puesta de La bella y la bestia de Cocteau que acababa de ver. Luego, en un catálogo, da con el retrato de una auténtica niña barbuda. Era un obra de la pintora renacentista Lavinia Fontana. Así se descubrió volviendo a pintar una imagen que ya tenía quinientos años. Para MGC así funciona el tiempo, la dinámica de la vanguardia y la retaguardia se resuelve en un juego de conciliaciones, en un ensayo de constantes ucronías. Hace tiempo que en cada exhibición de MGC se hace presente una atmósfera retrospectiva, pero se trata de una mirada hacia atrás que no es inocua, que altera ese pasado y lo infecta de futuras ramificaciones. Si en una retrospectiva se abona la cristalización estilística de un artista, aquí sucede otra cosa. En el derrotero de un itinerario siempre mediado por las imágenes de los otros, en un espacio configurado por múltiples yuxtaposiciones siempre veladas, en la conjunción de layers de distinto grado de transparencia se escenifica un método, una máquina que se recorta sobre la opacidad de una autoría en suspenso.

Federica Baeza